Ayer estuve con mi hija en la última comunión de la temporada, de momento por este año hemos salido airosas.
Una compañera de las seven, como ellas llaman a su chupi pandi, llegó casi cuando se terminaba la ceremonia más seria que un ajo, triste y enfadada, al verla así le pregunté a su madre. Y qué curioso el motivo de llegar tarde había sido porque se habían peleado por la ropa.
No quería ponerse un vestido, quería ir con unos vaqueros cortos y una camiseta cualquiera, tal y como les gusta vestir a casi todas las niñas de esa edad.
Se había perdido la comunión de su compañera porque no quería ponerse un vestido, y se había enzarzado en una pelea de gallos con su madre cuyo único trofeo fue perderse un momento especial con sus amigas.
¿Cuantas de vosotras os habéis visto reflejadas en esa situación con vuestras hijas?
Yo muchas, y normalmente solía terminar en: “he dicho yo que te pones esto y punto. O, porque lo digo yo que soy tu madre”, más el añadido del enfado que se venía conmigo al evento en cuestión y que la verdad me costaba digerir.
Hubo un momento en mi vida que pensé, hasta aquí, hay ciertas cosas por las que no peleo con mis hijos, y uno de ellos fue la ropa.
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